sábado, 18 de octubre de 2008

MESUREMOS LAS PROMESAS


Podemos estar convencidos, y por tanto aceptar, que nuestro estado de derecho, como cualquier otro análogo, está regido por la norma, por la ley, en cualquiera de sus codificaciones. Consideramos con todo convencimiento que el imperio de esta ley hace de las relaciones sociales, en todos sus ámbitos, el marco idoneo de convivencia.
Todavía tengo mis dudas. Quién realmente marca nuestras relaciones sociales a cualquier nivel, no es la norma en sí, si no el castigo que lleva emparejado su incumplimiento.
Toda norma a la que no le sigue inmediata sanción a su no observancia, aunque su aplicación se dilate en el tiempo, queda en simple declaración de buenas intenciones. Sin ir más lejos, la Carta Universal de Derechos Humanos está plagada de ellas. Ni que decir tiene que nuestra propia Constitución también las recoge. Y si no , ¿que ocurre cuando un ciudadano no tiene acceso a una vivienda digna? ¿o a un empleo? Pués eso. No pasa nada.

Decía Maquiavelo que el hombre (el ser humano) es malo por naturaleza, que solo el castigo puede enderezarlo.
Extrapolando esta sentencia, del contexto histórico en el que fué dicha a nuestros días, quizás no nos parezca tan "maquiavélico".
Cuando no caemos en la tentación de obviar esa norma que nos fastidia, en pocas ocasiones se debe a que pueda más nuestra "conciencia cívica" que al hecho que enseguida recordamos : si nos descubren, nos crujen. No andaba Maquiavelo tan mal encaminado.

El contrato verbal, el compromiso que adquirimos con nuestra palabra, siempre que de este compromiso se pueda dar fé, es reconocido como válido en nuestro ordenamiento jurídico, por lo tanto está sujeto a las mismas contrapartidas sancionadoras por su incumplimiento, que el contrato del que dejamos fé escrita.
En esta pre-campaña electoral para las próximas elecciones generales, empezaremos a ver y sobre todo oir, promesas a cambio de nuestro voto. Bueno , promesas no. Desde hace unos años, los profesionales de las campañas políticas, han cambiado el término de "promesa electoral" por el de "compromiso electoral". Cuestión de levedades. Es peor acusar a alguien de faltar a una promesa que de no haber cubierto en su totalidad un compromiso.
¿Que ocurre cuando el candidato de turno a ocupar cualquier puesto para el que se necesite el aval democrático de la mayoría de las personas que van a ser beneficiarios o sufridores de su gestión, alcanza este puesto, comprometiendose, ofreciendo medias verdades o incluso mentiras? Pues no pasa nada. En la próxima candidatura la dirá más gorda. Y quienes se hartan de escucharlos, sencillamente no entran en el trueque. No compro tu mercancía al precio de mi voto. ¿Como se llama esto? Abstención. ¿Como califican los profesionales de la política a quienes optan por no entrar en el trueque?: malos demócratas. Más hipocresía no cabe.
Vamos a asistir a un tímido gesto de compromiso en las próximas elecciones generales. Aunque este gesto esconde trampa.
Zapateristas covencidos ven en Pedro Solbes actual Ministro de Economía y Hacienda, como una piedra en el zapato del Presidente Zapatero. Paradojicamente Zapatero, casi implora a Solbes, calificandolo de "gran activo electoral" ó "garantía de éxito" para que entre a formar parte de las listas electorales del PSOE, ofreciendole el número dos en la listas por Madrid. Como si formar parte de las listas de Madrid fuese en sí una credencial más relevante que hacerlo por Palencia. Y posiblemente para alguien lo sea.
Solbes va deshojando la margarita y finalmente le da el "si quiero" a Zapatero. La próxima legislatura se prevee dificil en el terreno económico.
Pero Solbes pone sus condiciones. A saber:

- Toda medida que se incluya en el programa electoral ( leasé promesas compromisos electorales ) deberá ir acompañada de su correspondiente memoria económica para que se conozca al detalle su coste y la forma de asumirlo. También se cuidará que estas iniciativas no eleven la presión fiscal. ( El Economista, 29.11.07)

¿Que dice Pedro Solbes? Promesas Compromisos sí. Pero asumibles, realizables.
Quizá sea este el principio del cámino que consiga dar un vuelco a la credibilidad de la clase política. Que no incurran impunemente en fraude de ley.
La trampa a la que me refería es a la de que la derecha tradicionalista está basando su pre-campaña en medidas fiscales totalmente demagógicas. Y los profesionales de campaña del PSOE han visto en las condiciones de Solbes el modo de avalar las suyas frente a las ajenas. Solo nos quedará cuantificar cuantas se lanzan con estos condicionantes.


Paco Fernández, Diciembre 2007

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