sábado, 18 de octubre de 2008

LA EUROPA SOCIAL... o casi


Afortunadamente, casi siempre podemos felicitarnos por recibir una buena noticia, aunque en ocasiones caminen un tanto despistadas entre acontecimientos menos agradables. La crónica en la web de nuestro sindicato de cómo los dueños o “amos” o lo que leches sean de Bodegas Torres, se la han tenido que envainar, al dar la razón la administración de justicia a nuestro compañero Roberto Martínez, que como sabéis, era quién ocupaba la primera posición en las listas de UGT para las elecciones al Comité de Empresa en esa entidad y que sus resplandecidos dirigentes habían despedido por esa causa, evidentemente encubriendo el hecho bajo cualquier justificación simulada.

Han tenido que ser duros, en el terreno personal para Roberto, los momentos de incertidumbre, de desorientación y seguro que de angustia, que la decisión de estos individuos le hizo atravesar. Adelante y enhorabuena Roberto.

Pero como no puede ser de otro modo, también recibimos noticias no tan placenteras. La última, el acuerdo adoptado en la Comisión de Ministros de Trabajo de la Unión Europea, en torno a la ampliación de la jornada máxima en cómputo semanal, que puede pasar de las 48 horas actuales, hasta la desfachatez de 60 horas ó 65 en algunos casos. Esto nos suena a todos, en principio, como un retroceso en los derechos laborales que aunque a alguien pueda parecérselo, nadie nos ha regalado. Evidentemente es una regresión lo que plantean estos ” babeadores” de la imagen neocon. Una regresión hasta la Reunión Obrera Internacional de 1889 en Paris donde se tomó el acuerdo de organizar una manifestación cada 1 de mayo y en cada país a fin de conseguir la jornada laboral de 8 horas y que con el paso del tiempo fue adquiriendo el rango de derecho constitucional empezando en México en 1917, en la constitución de Weimar 1919, en la Unión Soviética en 1936, etc, etc, etc. En el estado español, como de costumbre, llegamos tarde a todo y no fue hasta el primer gobierno de Felipe González en 1983 cuando este derecho se reconoció como tal. Como bien apunta Julio Anguita en su columna de El Economista estamos asumiendo y haciendo nuestro un concepto que nos es del todo ajeno: la “competitividad” empresarial. Cuando digo que nos es ajeno, me estoy refiriendo al sindicalismo. Esa no es nuestra “guerra”. Al contrario, esa “competitividad” tiene un enemigo a batir, un enemigo que son los derechos laborales. Se nos está tratando de imponer el que aceptemos que recaiga sobre nosotros la responsabilidad en la salida de cualquiera de sus crisis que pasa irremediablemente por la renuncia a unos derechos que no caben dentro de los márgenes de su “competitividad”. Pero cuidado con la perspectiva desde la que estamos apreciando este despropósito. Están saltando las alarmas por el hecho de que de forma individual, se pueda negociar o llegar al acuerdo entre empleado y empleador para que el primero pueda alargar su jornada laboral por exigencias del segundo, evidentemente tras llegar las partes a un acuerdo. Tenemos las orejeras orientadas hacia un punto en concreto: 60 ó 65 horas semanales y de ahí no hay quién nos saque. ¡¡Cuidado!! Prestemos atención a algo de vital importancia, el acuerdo individual. Ahí está el verdadero objetivo, en minar la negociación colectiva, en poner a negociar al trabajador de forma individual ante el patrono, sabiendo que el poder negociador del trabajador como individuo es nulo. Se pretende meter el primer puyazo a la mismísima ley de Libertad Sindical. La negociación colectiva, con los Sindicatos como interlocutores juega un papel normativo que es el que se pretende derrumbar. Ahí está su objetivo, en eliminar para siempre el conflicto colectivo y poner al trabajador a los pies de los caballos, si es necesario eliminando o vaciando de contenido la consideración de derecho fundamental de la representación sindical.
Quién pueda considerar que la lucha de clases son historias del pasado está tan equivocado como aquel que considere que la acción sindical ha de bailar al son de la competitividad empresarial. Eso no sería mas que una forma de colaboracionismo.
Paco Fernández, junio 2008

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