viernes, 6 de agosto de 2010

UN PAÍS EN ERE


Hablar de conciencia social, es volver a explicar hasta que punto se nos maneja. Ese conocimiento de la realidad que habría de hacer que nos implicásemos en el objetivo común de la justicia, es algo que se la trae al pairo, a un porcentaje demasiado elevado de “la ciudadanía”.

Es ingrato comprobar hasta que punto han sido capaces de estimularnos al individualismo, estos creadores de necesidades vacías.

La única conciencia social que se conoce, va poco mas allá de separar la basura orgánica y depositar el vidrio en los contenedores verdes y el papel en el azul.

Nos están convirtiendo (si no lo han hecho ya) en una sociedad de memos y memas, donde el cretino es el rey.

Dice El Roto en una de sus viñetas, que la realidad no es mas que el escenario que cada día construimos. Lo malo es que no sabemos o no queremos siquiera construir escenarios. A duras penas somos algo mas que espectadores de la realidad que otros crean. Y nos ponemos patas arriba, enseñando la barriga como los perros cobardes, para que nos den chuscos y no nos pateen.

Estamos ante una situación, que si no somos capaces de ponerle freno, estas generaciones actuales, mereceremos un lugar en la Historia como “los años de los capones (y caponas)”.

Contamos con los medios y los conocimientos como para poder plantar cara con garantías, a esta banda de fascistas neoliberales. Pero nos falta lo esencial: el coraje, la valentía de saber defender lo nuestro y defender lo que dejaremos a nuestros hijos.

Hemos encontrado ya hecho, un sistema de protección social, que no vamos a ser capaces de preservar. Unos derechos laborales, no precisamente regalados, que nos van a arrebatar y los veremos irse con ojos de cabestro.

Asistimos a la embestida por todos los frentes, de aquellos que solo tienen una función, que es la de preservar y aumentar beneficios. Que visto así, podría sonar incluso a lícito. Pero no lo es cuando están dispuestos, o mejor dicho, exigen desregularizar unas relaciones laborales, un mercado laboral garantista, que en ningún momento ha sido causante, porque no tiene capacidad para ello, de ningún tipo de crisis.

Unas relaciones laborales fuera de la tutela judicial, es una vuelta a los caprichos del amo. Es instalarnos en la absoluta incertidumbre sobre el futuro individual de cualquier trabajador o trabajadora. ¿Quién va a ser capaz de planificar su futuro mas inmediato, sin saber si mañana tendrá un puesto de trabajo?.

Era imposible llegar a acuerdos en estos términos en cualquier mesa de negociación. Ni UGT ni CCOO podíamos aceptar ninguna de las pretensiones de estos especuladores de medio pelo. Que por cierto, no tienen escrúpulos en poner al frente de su representación a la especulación hecha carne, léase Díaz Ferrán.

Ante esta imposibilidad de alcanzar acuerdos negociados, exigen al Gobierno del Estado que legisle. Y se lo exigen los capos de los especuladores de medio pelo. Osea los “mercados internacionales”. ¿Quieres que te compre deuda que te ayude a salir del embolao en el que nosotros mismos os hemos metido?. De acuerdo, pero con estas condiciones..... Y entre esas condiciones está esa desregularización de las relaciones laborales. Y ahí está el Estado, con el Gobierno de turno al frente, agachando la cabeza.

El Estado: ¿cuál es su papel ante esta situación? ¿para que sirve el Estado en esta situación?. La ideología neoliberal, incluso la liberal, nos dirá que una sociedad compuesta de categorías sociales y profesionales distintas defendiendo cada una sus intereses particulares, si se dejase actuar libremente a cada categoría social, intentaría satisfacer al máximo sus intereses exclusivos. Por lo tanto es el Estado quién garantiza el orden, puesto que es el defensor del interés general.

Si esto lo dijese Chiquito de la Calzada acabando con un candemoooorrrr es posible que incluso nos hiciese gracia.

Nunca han legislado los Estados medidas que favorecieran a otra clase que no fuese la dominante. En tiempos a la burguesa y ahora a la capitalista sin escrúpulos. Cualquier medida legislativa que reconociese derechos a los trabajadores, han venido precedidas de un compromiso de clase, resultado de luchas reivindicativas. Pero todos esos derechos están mediatizados sin cesar por la política patronal.

Es justamente ahí donde nos encontramos ahora. Una clase dominante presionando para alcanzar sus pretensiones; un Estado plegado a sus consignas y una clase trabajadora que solo conservará aquello de lo que disfruta, (porque otros lo lucharon, no lo olvidemos) ,si es capaz de alcanzar ese compromiso de clase.

¿Cuál es realmente la situación que hace presionar al Estado a estos neoliberales? O mejor dicho, ¿cómo se ha creado esta situación?.

Evidentemente no vamos a tratar de descubrir ahora los secretos del sistema capitalista de mercado. Pero no por eso debemos de pasar por alto su funcionamiento, sus imperfecciones, sus miserias, sus interrelaciones sociales y económicas.

Llama la atención sobre todo ello, el papel de los llamados “planificadores sociales”. Estos no son otra cosa que los creadores de necesidades. Son capaces de dominar nuestras decisiones personales dentro del mercado, de adocenarnos y hacernos sentir la necesidad de poseer algo que no nos hace ni puñetera falta, dentro de un mercado capitalista, que no olvidemos que fue impuesto por la fuerza.

Ya nos pueden venir con fábulas de Tendencias, Ciclos, Previsiones y Fluctuaciones. Por increíble que parezca, en España no hay datos suficientes para conocer la Tendencia del mercado. Son necesarios un mínimo de 50 años para conocerlas. El mercado dentro de sus ciclos es inestable. Quién defiende la teoría de los ciclos exógenos, sostiene que hay elementos externos al mercado que hacen imprevisible su comportamiento. El capitalismo es frágil como sistema económico. Y sin embargo, se empeñan en que sea este mercado quién de respuesta a todas las necesidades sociales. Y sencillamente no puede darlas. El mercado tiene su ámbito propio. Aunque llegásemos a alcanzar un nivel de eficiencia que culminase en excelencia dentro del sistema, no garantizaría en ningún momento una redistribución justa de las rentas. El objetivo político ha de ser, por encima de todo, el del progreso social, que en ningún momento hemos de confundir con el progreso tecnológico. Pero seguimos aferrándonos a este sistema que no tiene inconveniente en coexistir con importantes bolsas de marginalidad. Y lo que es peor; las provoca.

Les ha explotado (nos ha explotado) en las manos, la mayor burbuja financiera conocida. Todos aquellos que debían tener conocimiento y control sobre ella, eran conscientes de su existencia. La conocían, pero en absoluto la controlaban, porque todos estos se beneficiaban de ella. Datos fiables avalan que el Banco de España ya tenían conocimiento de esta burbuja desde el año 2002. En ningún momento tomó medidas. Permitió que el crédito fácil y sin apenas garantías saturase este Mercado. Permitió apalancamientos que multiplicaban por tres sus recomendaciones. Los “planificadores sociales” campaban a sus anchas. Solo se escuchaban las recomendaciones del ínclito Fernández Ordóñez, en los momentos de mayor pujanza de la economía, para pedir moderación salarial, para pedir el acabar con el sistema de incrementos salariales de IPC en base a previsiones, como recogen la mayoría de los Convenios Colectivos. Para esto si que se dejaba ver el individuo. Mientras tanto, lo que habría de ser una correlación lógica entre una economía pujante y unos salarios al alza, se dinamitó abriendo las puertas a una mano de obra de aluvión, sin que evidentemente se pueda responsabilizar individualmente a la inmigración.

El estado recaudaba un 3% de lo que ahora es el déficit público, directamente de la burbuja inmobiliaria. ¿Como carajo podían tener la más mínima intención de acabar con ella?. Otro 5% de este mismo déficit, son los impuestos recaudados directamente de esta burbuja. ¿Quién podía tener intención de “pincharla”? Si tenemos en cuenta que el déficit se sitúa en el 11%, nos daremos cuenta de la magnitud de la tragedia provocada por la especulación.

El 3% restante de déficit, es lo que el Estado está destinando a las prestaciones contributivas y a los subsidios por desempleo.

Cuando se oye hablar al presidente del Gobierno, de que la tasas de desempleo son insostenibles, no se está refiriendo al drama humano que provocan. Se está refiriendo a lo que ya sabe. A que una tasa de desempleo sostenido del 15% durante diez años, se lleva por delante el Estado del Bienestar.

Desde nuestro Sindicato, desde UGT, hemos advertido por activa y por pasiva, que este sistema productivo nos lleva al garete. Se lo hemos hecho saber al Gobierno, se lo hemos hecho saber a los empresarios. Se lo hemos argumentado a ambos. Y esos argumentos convertidos en exigencias, se han convertido en punzante realidad.

Una economía basada en los bajos costes, bajos salarios, bajos precios, es una economía que no llega ni a la subsistencia. La competitividad no se gana vendiendo más barato, cuando nuestro principal cliente es Europa. Eso lo puede hacer cualquiera y te lleva a una espiral estúpida de la que nadie sale beneficiado.

Pero este es el empresariado español; el empresariado especulador y no realmente productivo. Y ahí está el empresario español representativo, el que eligen los empresarios para que los represente. Nada mas y nada menos que la estrella invitada, Díaz Ferran. Este país no necesita una reforma laboral, este país necesita y exige una reforma empresarial.

La solución para la salida de esta crisis y para que no se repitan las consecuencias en el futuro, la tienen clara: Imponer una reforma laboral regresiva en los derechos de los trabajadores, que empeora a todas luces las actuales condiciones laborales y que dificultará aún mas la posibilidad de acceder a un trabajo a las personas desempleadas.

De las crisis que ellos crean, ni se sale ni se evitan abaratando el despido. Ni haciendo que el Estado se haga cargo de 8 días de indemnización, en todos los casos, sin que el empresario asuma ningún sobrecoste. Ni extendiendo a todos los colectivos el contrato con indemnización de 33 días. Ni ampliando las causas económicas para el despido objetivo, dando total impunidad jurídica al empresario para despedir con un coste de 12 días. Ni autorizando las empresas privadas de colocación con ánimo de lucro sin control, que finiquitarán por siempre la igualdad de oportunidades y la no discriminación. Ni dando mas herramientas a las empresas para descolgarse de los Convenios (ahora quieren que sea en todos sus ámbitos) dejando en sus manos arbitrarias la flexibilidad salarial y horaria.

A esto es a lo que nos enfrentamos. Tienen la poca dignidad de intentar desregularizar un mercado de trabajo, regularizado de forma sensata. Piden y consiguen la intervención del Estado allá donde interesa a sus beneficios. Este Estado ha de regularizar un mercado financiero especulador, donde los ladrones y corruptos campan a sus anchas e intentan que seamos la clase trabajadora quién pague sus deudas.

No podemos ni debemos consentirlo. Por dignidad. Por nuestro futuro. Por nuestras familias. Por nosotros mismos. Hemos de ganar esta Huelga General. El 29 de septiembre, el silencio del país ha de ser nuestro grito.

Una empresa puede permitirse el estar en Expediente de Regulación, pero un país no.

Si no somos capaces de ganar esta Huelga General, España estará en un permanente ERE y evidentemente nosotros con ella.

Paco Fernández, agosto 2010

4 comentarios:

Paco López (SOT-UGT) dijo...

Hola Paco, dichosos los días que nos permiten dedicarnos a cosas menos urgentes como publicar cosas en el blog. Como teorizaba André Gorz -que en Gloria esté-quizás la utopía no esté en medios de producción sino en el sometimiento del trabajo al mínimo socialmente necesario y a la promoción del tiempo autónomo que nos depara nuestra mejor condición de seres humanos. No hablo de una reflexión liviana dictada por la cercanía del mar Mediterráneo -que también- sino que me meto en harina. En la crisis de mediados de los noventas, el moviento sindical (y la izquierda en general)opuso una alternativa contrahegemónica como fue la reducción del tiempo de trabajo como herramienta contra el paro y como una propuesta que al mismo tiempo ofrecía un tipo distinto y superior de sociedad. Ahora sin embargo, no hemos sido capaces de articular un paradigma contra el liberalismo, ni escapar del simple seguidismo del cambio del modelo productivo.
No es que no coincida contigo en tu post, pero si bien es cierto que el banco de España y el gobierno sabían en el 2002 la magnitud de la burbuja y las consecuencias que se podrían derivar, también el movimiento sindical tenía una conciencia clara de lo que podía pasar y no tomó un cambio de dinámica. La culpa la tiene quien la tiene, de eso no hay duda, pero los convenios se siguieron firmando con moderación salarial y se firmaron pactos como el del 2006, como si la bonanza fuera a durar siempre.
Desde nuestra sección sindical estamos convencidos de que la huelga del 29-S va a ser un éxito, para ello estamos trabajando y lo seguiremos haciendo en cuanto volvamos al tajo, pero cuando comprobemos que el país se ha paralizado y tengamos que gestionar el éxito, también tendremos que dar paso a un gran debate sindical, por que con un sólo día no va a ser suficiente ni con el actual modo de organización y bagajes ideológicos vamos a poder hacer frente a un nuevo periodo que queramos o no, es ya diferente.
Ahora si tienes posibilidad, recupera fuerzas, porque en unos días estaremos dando la batalla en la calle.
Como siempre, un saludo cordial
Paco. SOT-UGT

Paco Fernández dijo...

Bueno Paco, sería de desear que la clase trabajadora, que el asalariado en general, tomasemos conciencia de que la mayor parte del tiempo que dedica a trabajar, lo hace de forma totalmente gratuita. El esclavismo, ¿recuerdas?. He oido a muy pocas personas (que yo recuerde solo a una) que lo que realmente le interesaba y preocupaba era su tiempo. Pero en una sociedad como la nuestra resulta totalmente utópico todo aquello que no sea ganar más para consumir más y empeñar ahora lo que posiblemente ganaré dentro de diez años, para comprar en este instante lo que pasado mañana dejaré de utilizar con el mismo ímpetu. Hace pocos días mantuve con el representante legal de una empresa, una animada conversación, donde pretendía hacerme ver este buen hombre, que el sindicalismo como ideología estaba muerto. Que la relación empresa-trabajador, no era mas que una relación mercantil y que con esa asepsia se debían desarrollar esas relaciones. Evidentemente le rebatía todos sus argumentos, pero no estaba el individuo falto de una parte de razón, aunque yo no se la reconociese.
Es necesario un cambio de modelo productivo Paco. La clase trabajadora de este país, tiene que ser algo mas que mano de obra barata expuesta sin ningún tipo de garantías a sufrir constantemente las consecuencias de cualquier bache que encuentre el mercado en su camino. Y si la clase trabajadora nos instalamos en este estadio, es porque la producción industrial española, es del producto de todo a cien. Pero en fin, eso es otro debate.
Recuerda que el reparto del trabajo, reduciendo las jornadas laborales para evitar la destrucción de empleo, es la base de los expedientes de regulación temporales con el añadido de prestaciones económicas estatales, sin que estas consuman el derecho a prestación por desempleo ya acumulado, eso si, durante un periodo determinado. Y eso es un logro sindical, no lo olvidemos.
Estoy totalmente de acuerdo contigo en que el sindicalismo necesita una reflexión serena, donde quizás un buén slogan sería, DOMINUS QUO VADIS?
Un abrazo Paco.

Paco López (SOT-UGT) dijo...

Hola Paco, ahora que agoto las últimas horas de vacaciones, aprovecho para hacer alguna de las cosas que más me gustan, que es hablar y pensar sobre el sindicalismo. En primer lugar, no creo que lo que más nos urja sea cambiar el modelo productivo. Entiendeme bien, no digo que el sindicalismo no deba renunciar a sus propuestas económicas,otro gallo hubiera cantado si nos hubiéramos hecho fuertes -por ejemplo- al deserme del sistema impostivo (abolición del impuesto de patrimonio, sucesiones, tipos máximos del IRPF, reducción del impuesto de sociedades, etc. pero nuestro prioridad por encima del cambio del modelo productivo tendría que ser el cambio del modelo organizativo, el nuestro claro. La evolución histórica del capitalismo ha sido en gran parte la respuesta dialéctica a las defensas del mundo del trabajo y en esta perspectiva, las leyes han sido la transposción de la correlación de fuerzas. El cambio de modelo productivo vendrá impuesto, cuando la clase trabajadora sea capaz, de oponer un programa y una capacidad renovada de lucha frente al capital. Mientras esto no pase, el sindicalismo confederal continuará renqueante y las leyes serán la voluntad dercarnada del capital, personificada en los políticos y empresarios habituales.
Por otro lado, los EREs sin pérdida del subsidio de desempleo son un logro sindical, eso nadie lo duda. Pero constituyen una medida de salvamento para los empresarios de manera coyuntural. Yo conozco mucha gente que por primera vez en su vida ha trabajado sólo ocho horas al día y no ha trabajado los sábados y esto, qué duda cabe, hay que atribuírselo a la crisis. Pero yo no hablo de eso, sino de cuestionar cuánto ha mejorado la productividad de la economía, mientras seguimos trabajando las mismas ocho horas diarias de 1919. Esto es utópico, claro, pero hay que empezar a armar un nuevo proyecto que dote de un programa sólido a la izquierda social que supere (englobándolo) lo del cambio del modelo productivo, pues esto por sí solo no es suficiente.
Yo que ahora me estoy despidiendo de la cercanía del mar de Tarragona, no puedo evitar de acordarme de aquel Derecho a la Pereza, donde Paul Lafargue, ya decía hace más 120 años. que con sólo tres horas al día se podía cubrir las necesidades económicas de la sociedad.
Lo dicho, ánimos que nos quedan muchas pancartas, asambleas y desvelos por delante. Hasta pronto.

Paco López (SOT-UGT) dijo...

Hola Paco, ahora que agoto las últimas horas de vacaciones, aprovecho para hacer alguna de las cosas que más me gustan, que es hablar y pensar sobre el sindicalismo. En primer lugar, no creo que lo que más nos urja sea cambiar el modelo productivo. Entiendeme bien, no digo que el sindicalismo no deba renunciar a sus propuestas económicas,otro gallo hubiera cantado si nos hubiéramos hecho fuertes -por ejemplo- al deserme del sistema impostivo (abolición del impuesto de patrimonio, sucesiones, tipos máximos del IRPF, reducción del impuesto de sociedades, etc. pero nuestro prioridad por encima del cambio del modelo productivo tendría que ser el cambio del modelo organizativo, el nuestro claro. La evolución histórica del capitalismo ha sido en gran parte la respuesta dialéctica a las defensas del mundo del trabajo y en esta perspectiva, las leyes han sido la transposción de la correlación de fuerzas. El cambio de modelo productivo vendrá impuesto, cuando la clase trabajadora sea capaz, de oponer un programa y una capacidad renovada de lucha frente al capital. Mientras esto no pase, el sindicalismo confederal continuará renqueante y las leyes serán la voluntad dercarnada del capital, personificada en los políticos y empresarios habituales.
Por otro lado, los EREs sin pérdida del subsidio de desempleo son un logro sindical, eso nadie lo duda. Pero constituyen una medida de salvamento para los empresarios de manera coyuntural. Yo conozco mucha gente que por primera vez en su vida ha trabajado sólo ocho horas al día y no ha trabajado los sábados y esto, qué duda cabe, hay que atribuírselo a la crisis. Pero yo no hablo de eso, sino de cuestionar cuánto ha mejorado la productividad de la economía, mientras seguimos trabajando las mismas ocho horas diarias de 1919. Esto es utópico, claro, pero hay que empezar a armar un nuevo proyecto que dote de un programa sólido a la izquierda social que supere (englobándolo) lo del cambio del modelo productivo, pues esto por sí solo no es suficiente.
Yo que ahora me estoy despidiendo de la cercanía del mar de Tarragona, no puedo evitar de acordarme de aquel Derecho a la Pereza, donde Paul Lafargue, ya decía hace más 120 años. que con sólo tres horas al día se podía cubrir las necesidades económicas de la sociedad.
Lo dicho, ánimos que nos quedan muchas pancartas, asambleas y desvelos por delante. Hasta pronto.