sábado, 15 de noviembre de 2008

SALARIOS


Intentar descubrir ahora nuestra absoluta dependencia de los salarios, resultaría una necedad incondicional. Pero deberíamos detenernos un momento a tratar de ver este hecho desde aspectos que en ocasiones no tenemos siempre presentes, y que desde posicionamientos sindicales pueden hacer que intencionadamente o no, pasemos por alto algunos condicionantes que puedan ser responsables de una factible sensación de precariedad o incluso indignidad, del salario que recibimos por nuestro trabajo.
Intento huir siempre de es modernidad vacía que domina nuestro entorno social y que intenta ridiculizar o por lo menos menospreciar todo aquello que no esté “a la última”. Al contrario de esto, supongo que es difícil no encontrar respuesta a situaciones actuales, en modos del pasado. Nuestra soberbia “modernizante” nos lleva a permitirnos obviar la sabiduría de quienes nos precedieron.
En un post anterior a este y publicado aquí (Precarización del Mercado Laboral) incluí la reflexión de C.Marx en torno al salario y que el tituló Trabajo Asalariado y Capital . Reconozco que es denso, pero sin duda interesante.
Una de las conclusiones, de las muchas que es capaz de dejar ese escrito, es la de la mera mercancía que para el empleador supone nuestra “fuerza de trabajo” y que como tal la compra. En contraposición está nuestra fundamentada percepción del salario como eje vital de subsistencia.
¿Que escala utilizamos para dar mayor o menor grado de dignidad a nuestros salarios?. Evidentemente el coste de esa subsistencia digna en nuestra sociedad.
Cuando desde las clases obreras, trabajadoras, nos manifestamos a través del Sindicalismo, no podemos pasar por alto el que lo hacemos para tratar de superar las condiciones socio-económicas de nuestra clase en la sociedad capitalista. Pero casi siempre dirigimos nuestros esfuerzos de actuación a una sola parte de esa sociedad capitalista: al empleador. Es incontestable el que hemos de reivindicar y sobre todo conseguir el que el precio que recibamos por la venta de nuestra fuerza de trabajo sea, cuando menos, el justo. Y que ese trabajo lo desarrollemos en condiciones de garantía a nuestra integridad. Pero hay otras variables que también forman parte de esta sociedad y que influyen de manera determinante en que a nuestros salarios los podamos incluir en la larga lista de indignidades del sistema.
Ejemplos podemos poner a cientos. El que el precio de un derecho fundamental como es la vivienda, haya alcanzado niveles vergonzantes, que obliga a la mayoría de las familias a tener la esperanza de que habrá vida después de la vida para poder así saldar sus deudas con los especuladores (una sola vida no basta para pagar las hipotecas). El que los niveles impositivos indirectos (de los directos mejor no hablar) en bienes básicos de consumo alcancen la velocidad de la luz. La nula regulación, en aras del ”libre mercado”, semillero de defraudadores. El descontrol sobre todo aquel desaprensivo que desde posiciones de privilegio en el sistema económico aumente sus riquezas en forma proporcional a como reparte pobreza y un más que largo etc, son objetivos prioritarios en la dignificación de nuestros salarios. Luchemos, como no puede ser de otra forma, porque el empleador compre nuestro trabajo a su justo precio, pero no olvidemos que existe un sistema insaciable que devora ese rendimiento sin apenas inmutarse y que cada vez nos exige mas a cambio de menos.

Paco Fernández, noviembre 2008

3 comentarios:

Paco López dijo...

Hola Paco, varias cosas. Según Marx, el salario quedaría determinado a nivel mínimo por el umbral de reproducción de la fuerza de trabajo. Pero también por la plusvalía, es decir, por la apropiación del trabajo vivo por parte del empresario. Según el propio Marx, la tendencia como ley económica, es la concentración del capital y de la riqueza frente a la pauperización de la clase trabajadora bajo formas cada vez más refinadas y perfeccionadas de plusvalía. Bajo estas premisas es difícil determinar un nivel justo de retribución salarial, pues esta en justicia sería la participación en condiciones de igualdad en el proceso productivo, o lo que es lo mismo, un régimen de cooperativa perfecta. Las conquistas salariales serían bajo esta óptica, pequeñas victorias sobre la apropiación capitalista y pequeños avances en la lucha política del proletariado.
Hace apenas unos meses nuestro sindicato (y CCOO) planteaban una ofensiva por los salarios, una campaña que se ha venido a bajo por la voracidad de la crisis. De nuevo se vuelven a oir voces que piden mayor contención salarial ahora que baja la inflación. Ésta es una salida falsa que puede ahondar la crisis, pues lo que necesitamos ahora no es una interpretación marxista (que también) sino keynesiana, es decir, una revalorización salarial que anime el consumo y la demanda interna. También, al mismo tiempo, una política fiscal que recupere la progresividad en los impuestos, pues lejos de lo que piensas tú, los impuestos directos favorecen a las clases subalternas mientras que los indirectos los penalizan.
Un saludo y hasta pronto.
Paco. SOT-UGT.

Anónimo dijo...

Compañero Paco, si hay dos autores cuya obra haya sido interpretada hasta el infinito, no ya en calidad si no en cantidad de interpretaciones, estos son Carl Marx y San Pablo. Evidentemente cada uno en su contexto y en sus fines.
Incluso yo tengo la mía de ambos. La relación que traza Marx entre los salarios y las plusvalías sirve de pretexto a Lenin y a su ortodoxia en lo que denominas “cooperativa perfecta” que no es otra cosa que el Estado dueño de esas plusvalías.
Pero no es ese el enfoque que intento dar a este post. Lo que pretendo decir es que hemos de entender el que nuestro salario no es más que una mercancía como tantas otras, puesta en el mercado, y que como tal, nos guste o no, tiene su precio, sin entrar en contradicción con el propio Marx. Cosa distinta es la rentabilidad que el capital recibe cuando nos hace esa compra. Pero que la dignidad de nuestro salario no solo depende del que seamos lo suficiente astutos como para hacer una venta más o menos ventajosa. Además hemos de tener la suficiente capacidad para intentar comprender que no solo cuenta lo que suma. De poco sirve conseguir salarios de 100 si necesitamos 90 para subsistir, como si conseguimos salarios de 1000 y nuestra subsistencia cuesta 990. Muy bien, ya hemos conseguido 1000, pero ¿qué hemos ganado? ¿ahí está la progresividad fiscal?
Me desconcierta tu alusión a Keynes. Repasa con calma su obra. No caigas en el error de esa reivindicación liberal.
Un saludo Paco

Paco López dijo...

Bueno, Paco, entremos en una pequeña controversia (sin más problemas) en una red alicaída donde -contraviniendo las normas del buen bloglero- no se cruzan comentarios. Es curiosa la comparación, pero Nietszche decía que Marx y San Pablo eran los mayores embaucadores de la historia, pero es sólo una de tantas intrepretaciones. Respecto a lo demás quizás no me expliqué bien en mi comentario pero me refería al trabajo cooperativo como ese tipo de trabajo autónomo donde la persona se apropia de todo su trabajo sin generar explotación en el proceso del valor de cambio. Que el trabajo sea una mercancia más es una evidencia clara que además tiene la particularidad de fijar el valor de los precios. El precio de la propia mercancia del trabajo la marca la cantidad de dinero necesario para la reproducción de la fuerza de trabajo con lo cual salarios mínimos, cláusulas de revisión salarial asegurarían ese umbral en una sociedad dada.
Para mi creterio, la lucha del movimiento obrera ha sido la de la reapropiación de la plusvalía. Este hecho va implícito en las últimas demandas empresariales de ligar incrementos a productividad, es decir, el proceso contrario de apropiarse de más pluvalía y constreñir la renta de la fuerza de trabajo a su mera reproducción, pero esto deprime la demanda y acaba generando crisis de sobreproducción. A mi juicio aquí es donde se debe recuperar la tradición keynesiana: en la estimulación de la demanda a través de ganacias de poder adquisitivo, empleo e inversión pública. Esta progresión del gasto se debería cubrir con endeudamiento y aumento de la presión impositiva, pero sólo de la directa. Y digo la presión impositiva directa, pues ésta no deja de ser una reaproapiación de la plusvalía social generada si se grava a los que más tienen y no a los que menos.Desde esta óptica el gasto social siempre ha tenido la consideración de salario indirecto.
Tienes razón en decir que keynes era un liberal. Un liberal preocupado de que la irracionalidad de la economía de mercado no acabara con el mercado mismo. Keynes abogaba por el comportamiento macroeconómico clásico en la vuelta a los periodos de bonanza, pero como ahora estamos en una fase de profunda depresión toca recuperar recetas para un ciclo económico calcado. Esta visto que las vacunas no srven para nada.
Un saludo, compañero!